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Una simple ama de casa

[7:00 am]

Aggg… un día más. Me levante sintiendo un vacío enorme, realmente hoy no tenía ganas de levantarme de la cama, me siento agotada, aun durmiendo 7 horas diarias siento que no descanso, pero bueno no hay tiempo para pensar, tengo que preparar el desayuno a Ernesto y llevar a los niños a tiempo a la escuela.

Durante el desayuno Ernesto leía el periódico en la sección de deportes, como todos los días, no se dió cuenta siquiera que hoy es nuestro aniversario, además dejó la mitad del desayuno que con tanto amor prepare y del café ni hablar, solo le dio un sorbo; se levantó de la mesa, le dio un beso a los niños y me dijo “nos vemos más tarde” ni siquiera me dio un beso de despedida, y mucho menos se fijó en el vestido tan bonito que llevaba un mes cosiendo yo misma para este día, en el que cumplimos 15 años de casados.

Llevé a los niños a la escuela, y regrese a casa, para continuar con mi rutina, tenía una agenda hogareña muy apretada. Lavar los trastes, limpiar la casa, lavar y planchar la ropa, llevar a la tontería los trajes de Ernesto, ir al banco, hacer pagos, llamar al plomero para arreglar al gotera de la llave, hacer la comida, ir a recoger a los niños, ayudarles a hacer su tarea, y arreglarme para esta noche, porque estaba casi segura que Ernesto había hecho una reservación en restaurante que me gusta para celebrar nuestro aniversario.

Llego la hora de recoger a los niños, me encontré a mi comadre, se ve tan cambiada, luce radiante, hemos dejado de frecuentarnos a diferencia de hace un año que nos juntábamos por las tardes a tomar cafe, ahora ella había conseguido un trabajo en una empresa muy buena y ahora me siento tímida al hablarle, ¿de que podría conversar con ella, yo, una simple ama de casa?

Camino a casa vi que en la estética de la esquina tienen un descuento que incluye peinado y maquillaje, asi que no lo pensé dos veces, llame a mi mama para que cuidara los niños y regresé a la estética para que me pusieran un poco guapa para cuando Ernesto llegara del trabajo se quedara sorprendido.

Llegue a casa, faltaba poco para que Ernesto llegara del trabajo, así que puse unas velas aromáticas y me senté en la sala. Cuando el llegó, aventó el maletín del trabajo, se aflojo la corbata y se quitó los zapatos, encendió la televisión y me pidió una cerveza.

Comenzó a platicarme sobre lo estresante que había sido su día mientras veía el partido de futbol. Llegaron las 9 pm y se quedo dormido en el sofá, yo me quede ahí, callada, con mi vestido nuevo, mi peinado espectacular y frustración como maquillaje.

Acababa de darme cuenta lo que soy en mi propia casa, un mueble, una sirvienta, un comodín, una secretaria, educadora, cocinera, enfermera, psicóloga, etc, una simple ama de casa sin sueldo ni derechos.

Mis lágrimas fueron inundando mis ojos, mi llanto era silencioso pero profundo, me llene de rabia, y al mismo tiempo de tristeza, de dolor. Que insignificante soy para mi familia, para mi esposo, para mí misma.

Subí a la recamara, me arranque con odio el vestido, con mis manos desvanecí el maquillaje de mi cara, decidí darme un baño, mientras el agua corría por mi cuerpo mis lágrimas no dejaban de rodar por mis mejillas, me desahogué y decidí ser otra en cuanto saliera de la ducha.

Al día siguiente, no era una simple ama de casa, era una mujer, levante la voz y comencé a amarme a mí misma, a exigir mis derechos, a darme tiempo para mi, y desde ese dia, soy el pilar de hogar, no una simple ama de casa.

Que diferentes pueden marchar las cosas cuando comenzamos a darnos el valor que tenemos, a no mirarnos por debajo de los demás, a luchar por salir a delante por nosotras mismas, a ser MUJER.

Gracias por leerme

Mariah Guerrero


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