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Una cita con la mejor versión de mi mismo.


Hacía tiempo que le daba vueltas a la idea de hacer un artículo sobre darle un respiro a la vida y re encontrarse consigo mismo, sin embargo no me atrevía porque realmente no me lo he dado ni yo, pero seguramente me gustaría que sucediera como a continuación voy a narrar.


En una mañana cualquiera, me desperté sin saber ni que día era, y no precisamente porque haya tomado algunos tragos el día anterior y al despertar no sabía nada de mí, ¡no! Pero mi vida era tan monótona, tan rutinaria y repetitiva, que mi cuerpo ya no necesitaba siquiera que un despertador me avisara que ya era hora de levantarse, todos los días hacia exactamente lo mismo: levantarme, encender el noticiero, prepararme un café, darme un baño, encender mi computadora para comenzar a trabajar desde 8:30 am hasta las 6:30 pm o en ocasiones más tarde, a penas y tenía tiempo en el intermedio de preparar algo rápido para comer y lo deleitaba en mi escritorio a menudo, la mayoría de las veces, cuando me daba cuenta el sol ya se había ocultado de nuevo.... y así terminaba el día, iba a dormir y al próximo día seria igual.

Pero esa mañana fue diferente, abrí los ojos, no sabía que día era, y tampoco tuve ganas de verificarlo en el calendario, camine a mi guardarropa y elegí algo sport, tome algo de dinero y las llaves de la casa y salí sin rumbo fijo.

Al poner un pie fuera de casa inmediatamente sentía mucha felicidad, respiraba ese aire fresco de las mañanas; salude cortésmente a mis vecinos que estaban a punto de ir a trabajar, y ellos sonrieron sorprendidos a verme salir de casa después de mucho tiempo.

Recuerdo que camino al metro me compre una delicioso tamal arrebozado en un bolillo, una típica “guajolota del DF” y un suculento champurrado que devore completamente y sin complejo alguno.

En un abrir y cerrar de ojos ya estaba comprando un boleto de autobús con destino a Yuriria Guanajuato, mi pueblo natal. Elegí el asiento de la ventana, iba observando el camino, los pueblos de paso, los sembradíos en las orillas, y el viaje se me hizo bastante corto que ni sentí esas casi 6 horas sentada.

Al llegar, el aire se sentía mucho más limpio y puro, olor a hogar dije voz baja.

Hace tanto que no visitaba ese lugar tan maravilloso, donde toda la gente te saluda con una sonrisa o algunas ocasiones con un fuerte abrazo demostrándote que te extrañaba.

No pensaba en nada, ni siquiera me daba cuenta aun que día era, y mucho menos la hora, en ese lugar el tiempo es algo relativo, no hay horario ni prisa cuando no tienes algo preciso que hacer, cuando te dejas llevar por ti mismo , las mejores cosas pasan sin haberlas planeado.

Me senté frente a esa inmensa laguna y mi mirada se perdió a lo lejos, observando esos verdes y tranquilos cerros, los árboles que se movían al ritmo del viento, me sentía tan en paz, no tenia preocupaciones, ni hambre, ni nada, solo sentía la brisa tocando mis mejillas, era yo y ese espacio de tiempo donde no tenia pasado, ni presente, ni futuro, solo era un alma libre al viento viviendo el aquí y el ahora.

Creo que ningún tipo de fármaco o droga ilícita me hubiera llevado al éxtasis que sentía en ese lugar, en ese momento y la melodía de “imagine” en instrumental sonando suavemente en mi mente, éramos esa banca, ese paraíso y yo en compañía de la mejor versión de mi misma, con quien hacía bastante tiempo que no conversaba en silencio.

Nos hicimos tan buenas amigas, ya entradas en confianza se armó de valor y en medio de lagrimas me contó lo doloroso que es vivir encerrada en el fondo de mi cuerpo, escuchando todos mis problemas a gritos en mi mente, sintiendo como la acuchillan todas esas palabras que no digo por miedo, todo ese rencor que guardo; dice también que se siente seca por llorar tantas lagrimas que no me atrevo a derramar por fuera, que se siente sola, abandonada, recibiendo lo peor de mi, la ira que siento, y ese miedo que le tengo a estar sola, cuando ella siempre va a estar ahí, conmigo, dispuesta a abrazarme, amarme sin reproche alguno y a escucharme nuevamente aunque ella sepa todo lo que pasa.

Después, reímos a carcajadas recordando cada cosa que sucedió en ese lugar, en ese parque con mis amigos, cuando ella, mi mejor versión, era quien comandaba mi vida, la que hacia reír a todo el mundo, la que me hacia feliz.

-¿Cuándo fue que dejaste de llevar las riendas mi vida? -Le pregunté, y tomándome de la mano me contestó: Cuando permitiste que tus palabras se volvieron frías, cuando dejaste de preocuparte por mí, y te encargaste de los problemas de los demás, cuando le diste voz al espejo, en lugar de sonrisas, ese día deje de hacerlo. Me decepcionaste y mientras lloraba tu desamor tu peor versión tomo lugar de ti, te convertiste en algo a lo que diariamente te reúsas a ser, pero no te atreves a cambiar.


Sus palabras y mi llanto profundo me hicieron darme cuenta de todo el daño que me estaba haciendo a mí misma y a mi regreso a la ciudad, decidí buscar ayuda, sanar, y empezar a amarme, a darme tiempo para mi, a cuidarme y sobre todo, a permitir que la mejor versión de mi sea quien comande mi vida, y es aquí donde se da fin y se empieza de nuevo.


Tomar un momento a solas con uno mismo, fortalece el alma, te ayuda a ver con claridad la vida, y sin duda alguna te inyecta ese medicamento llamado “amor propio” para reinventarte y reescribir tu vida, pero ahora con la mejor versión de ti mismo.


Gracias por leerme

Mariah Guerrero


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